Después de pasar ese fin de semana completo juntas, Margarita (35) supo que había encontrado a la mujer de su vida. O, más bien, que se habían encontrado mutuamente.
Al principio, fue una relación a distancia. María Jesús vivía en Melipilla y Margarita, que vivía en Santiago, viajaba tres veces a la semana para verla, después del trabajo. Se volvía tarde y cansada, pero feliz. Los fines de semana, Margarita la esperaba en su casa.
Hasta ese momento, ambas llevaban vidas bien distintas. “La Jesu vivía en el campo y se dedicaba a la agricultura. Yo, en Santiago, con un trabajo y un estilo de vida más rápido que dejaba poco tiempo para dedicarme a mis cosas personales. Cuando nos encontramos, cada una le entregó una parte de su vida a la otra y nos dio resultado. Hoy hicimos de dos mundos uno en común y estamos mejor que antes”, cuenta Margarita.
Unos años antes, en 2014, Margarita soñaba con un futuro así. Estaba en pleno proceso de asumir su orientación sexual y contárselo a su familia. “Fue la historia de salir del clóset más bonita que he escuchado; nunca hubo tanto amor como en la mía. Desde el primer día, recibí el apoyo de mis papás y mis hermanos y seguí siendo la hija, la hermana y la tía que siempre fui”, comenta.
Tiempo después de relación, Margarita y María Jesús decidieron vivir juntas. Y María Jesús se vino a la casa de Margarita con su hijo José, de 11 años. “Cuando supe que tenía un hijo, me enamoré aún más. El formar una familia siempre fue uno de mis sueños y la relación que tienen la Jesu y José, la formación y los valores que le entrega, me hizo ver lo increíble que es mi mujer”, explica.
La conexión entre Margarita y José fue automática. “Tenemos una relación exquisita, de mucho amor. Hemos llegado a formar una familia entre los tres y he sentido que también es mi hijo”, dice Margarita.
José también lo ha sentido así. La primera vez que lo hizo explícito fue cuando hizo un dibujo especialmente para Margarita. “Me escribió que yo era su ‘mamá-Cuchi’ (mi apodo) y lo rodeó de muchos corazones. ¡Casi morí de amor!”, recuerda.
Sin embargo, el momento más emotivo se dio un tiempo después. En mayo de este año, para el día de la madre, José le escribió una carta y se la entregó con el desayuno que él mismo había preparado. Junto a la carta, venía una foto de él con una dedicatoria: “feliz día mamá”. Margarita no pudo contener las lágrimas.
En mayo de este año, para el día de la madre, José le escribió una carta y se la entregó con el desayuno que él mismo había preparado. Junto a la carta, venía una foto de él con una dedicatoria: “feliz día mamá”. Margarita no pudo contener las lágrimas.
Hoy, viven una vida familiar como cualquiera. Margarita asiste a las reuniones de apoderados en el colegio de José y él, cuando sale temprano, la va a buscar a la oficina, donde ya todos/as lo conocen. Le encanta meterse a la cama de sus mamás, dormir con ellas y compartir. “Todos los días estudiamos, vamos al parque, jugamos fútbol, comemos juntos. Tenemos una rutina, como cualquier otro hogar. Y también lo mando a lavarse los dientes y poner la mesa. Y soy 100% parte de su formación: si lo tengo que retar, lo reto”, se ríe Margarita.
José no solo encontró a Margarita, sino que a toda una familia. Los padres de ella no solo han recibido a María Jesús como una hija más, sino que a José como el nieto y primo mayor. “Me siento mucho más unida a mi familia que antes, porque puedo ser más sincera. Soy una agradecida de la familia que la vida me dio”, dice Margarita.
José no solo encontró a Margarita, sino que a toda una familia. Los padres de ella no solo han recibido a María Jesús como una hija más, sino que a José como el nieto y primo mayor.
Esa plenitud tendrá un sello especial pronto. Margarita y María Jesús se comprometieron hace poco y José jugó un rol clave. Antes, Margarita le había preguntado a él si podía pedirle la mano a su mamá. Juntos, lo planificaron todo para la propuesta durante un viaje al Cajón del Maipo. El mismo José que le preguntó a María Jesús: ¿Quieres que la Cuchi sea mi otra mamá? “Emocionada, ella me miró y le pregunté si se quería unir conmigo. Y luego del sí, celebramos en familia”, cuenta Margarita.
Ya tienen fecha para su unión civil y creen que será un gran paso para sus vidas, pero son conscientes que no es suficiente para resguardar completamente su vida familiar. “Nos da rabia que no tengamos el derecho a casarnos, que no podamos inscribir a nuestros hijos en una libreta de familia y, por sobre todo, que ellos no estén protegidos ante la ley”, comenta Margarita.
“Ante la ley, José no es nada mío y eso no puede ser. No puedo incluirlo en mi seguro de salud y en beneficios. Y si a la Jesu le llegara a pasar algo, no tengo cómo resguardarlo como mi hijo”, continúa. Para Margarita, es “injusto que siendo una familia, viviendo como una y teniendo los mismos deberes y obligaciones que otros ciudadanos, no tengamos los mismos derechos solo porque amamos a una persona de nuestro mismo sexo”.
Para Margarita, es “injusto que siendo una familia, viviendo como una y teniendo los mismos deberes y obligaciones que otros ciudadanos, no tengamos los mismos derechos solo porque amamos a una persona de nuestro mismo sexo”.
Margarita piensa que contar una legislación como ésta es principalmente una deuda pendiente para los niños y niñas. “Son ellos/as los que están en desprotección y este tipo de reformas son necesarias para sacarlos/as de una situación de marginación y exclusión en todo sentido”, concluye.